Días después de las primeras
declaraciones, la madre admitiría que “no estaba al tanto de lo que sucedía en
su casa”, entre tironeos y empujones de la presa, la mujer con los ojos
aguanosos y el semblante altivo hablaba. La opinión pública reprobaba su
conducta como madre, ¿cómo era posible que no supiera lo que ocurría en su
propia casa?; unos la culpaban directamente; otros la compadecían por la
tragedia; pocos decían que era víctima, como tantos, de la sociedad moderna que
aleja a las mujeres de su casa y las fuerza a buscar trabajo. Tal vez todos
tenían razón. Lo cierto era que aún antes del divorcio, ella sola se hacía
cargo de la casa, tres hijos y dos perros no son muy fáciles de mantener. Se pasaba la mayor parte del día ocupada en su
propio negocio de bienes raíces. La única que estaba enterada de lo que pasaba
en la casa era Juana, la empleada domestica, y aunque lo sabia nunca tuvo la
suficiente claridad como para entender.
Ya se le había hecho costumbre oír el
nombre por toda la casa, escuchar sus canciones todo el día y verlos en todos
los rincones: en recortes, revistas y hasta en la ropa. A ella le gustaba la
música pero no en ingles y menos de chavitos, ella era feliz poniendo el radio
a todo volumen mientras hacia el quehacer, pero siempre por las mañana, cuando
no había nadie en casa. Al llegar los niños todo se volvía caos y griterío,
ella llegaba de la “secu” y el más pequeño del “cole”, luego esperaba a que
llegara el más grande y después de servirle de comer se retiraba, dejando la
casa a merced de los tres. A veces se iba con el corazón arrugado como bolita
de papel, había visto crecer a los tres y le causaba un poco de tristeza
dejarlos solos, pero no era tanto el sentimiento como para dejar a sus propios
hijos abandonados en su pequeña casa.
Antes del “accidente”, antes de que le
pareciera sospechoso, antes que todo se saliera de control, Juana estaba
alegre, porque al final los dos más chicos se unían, no importaba que el motivo
fuera ese grupo de música de gringos bonitos. La niña se volvía loca por ellos,
constantemente le oía decir que eran guapísimos, que eran buena onda, que sabía
todos sus gustos; lo cual para ella era inconcebible, pues pareciera como si la
niña los conociera en persona y de toda la vida. El niño pequeño, de 10 años,
poco a poco se involucro junto con su hermana en la adoración del grupo.
Juanita, como los niños le decían de cariño, no lo creyó raro, a decir verdad
el pequeño era muy amanerado, ya se le veía lo mariconcito, y que gustara tanto
de un grupo de chavos bonitos no le era tan extraño. Aunque ella seguía sin
saber bien que les veían a los integrantes de la banda, eran güeritos y sin
mucho chiste, muy “delicados” y vestían muy entallados, de atractivos y
masculinos no tenían nada.
Cuando supuso que eso no era tan norma,
fue cuando encontró en el cuarto del mayor una revista del corazón que tenia a
los miembros de la banda de en la portada, y sin embargo no le dio mucha
importancia a esto, seguramente uno de los niños menores la había dejado
olvidada ahí. Mientras tanto la señora de la casa estaba ausente, como siempre,
y consentía a los niños comprándoles los
cd’s, las revistas, los libros, la ropa, los llaveros, la mochila; toda la
mercadería relacionada con la banda, sin interesarse en lo que tocaban o en sus
propios hijos. Las sospechas de Juanita
de que algo no andaba bien, se vieron redobladas cuando un día por la mañana,
en que el más grande no había ido a la universidad, lo encontró escuchando la
música de la banda en su computadora mientras creía que nadie lo observaba.
Juanita no tenía mucho que decir, ella no
entendía de esas cosas, pero sabía que no era bueno que los tres muchachitos
estuvieran tan obsesionados con la banda. El mayor lo ocultaba bien, su
obsesión por el grupo no era tan evidente, sin embargo ella era consciente de
su gusto y lo podía notar en su forma de vestir que imitaba a la de los
integrantes del grupo. Lo único que
agradecía era que sus dos hijos estuvieran tan alejados de esa realidad como
para que se vieran afectados.
Mientras que para los medios de
comunicación y para la propia banda fue sinónimo de éxito el hecho de que las
entradas para sus conciertos fueran agotados en minutos, para miles de
fanáticos, y para los tres muchachos, esto represento una tragedia. Mamá había
dicho que les dejaría ir, y que compraría boletos para los tres, el mayor iba
de chaperón, pues la presentación seria fuera de la ciudad y los dos menores de
edad no podrían viajar solos. Sin embargo, cuando quiso no pudo conseguir ningún
boleto disponible y los revendedores pedían un precio exorbitante que ella no
estaba dispuesta a pagar.
¿Cuándo se les ocurrió tan malévolo plan?,
nadie sabría decirlo con exactitud, ni los mismos involucrados. Por medio de
las redes sociales es que sabían todos sobres sus ídolos, lo que habían hecho,
donde habían estado y con quien. Era un poderoso instrumento para sentirse
parte de sus vidas, y los miembros de la banda y su manager lo sabían a la
perfección. La idea para el plan fue tomada por la adolescente, de otro artista
juvenil del momento; la estrella había estado haciendo caridad, y entre sus
múltiples actos de bondad (mercadotecnia) había conocido a una niña desahuciada
por el cáncer y cumplió su sueño de darle un concierto privado. Cuando la hermana de en medio conoció la historia, y
supo que a sus ídolos adolescentes le había dado por hacer caridad, se le
ocurrió el plan, era sencillo, o al menos a ella le parecía. Para poder
conocerlos, sólo tenía que haber una desgracia semejante en la casa, subir un vídeo a Internet que llamara la atención de la banda y que ellos lo
contactaran.
Compartió su idea con el hermano menor, a
manera de broma mientras veían la televisión juntos. El pequeño, siguiendo en
tono de juego, creyó que sería fantástico. Luego ella misma se lo hizo saber al
hermano mayor, que pareció no darle importancia. A los pocos días la idea
parecía haberlos poseído a los tres, tanto como el grupo mismo. No fue
necesario hablarlo en secreto, pudieron discutirlo abiertamente una de tantas
tardes en que su madre los dejaba solos.
¿Quién sería el afectado? El hermano mayor
estaba descartado, era muy grande para ser admirador de la banda y no causaría tanta
compasión… ¡compasión!, eso era lo que necesitaban, alguien tierno, tan
adorable y desahuciado que provocara cumplirle todos sus deseos. No cabía duda
que el hermano menor era la persona perfecta para interpretar al personaje. El
niño tenia una cara adorable y siendo presa de un mal incurable sería la
encarnación perfecta de un querubín o un santo. Así que después de haber
elegido al afortunado hermano que los acercaría a sus ídolos, tocaba el turno
de discutir cual de tantos males que pueden afectar a los niños sería el
perfecto para el chiquillo.
Habían pensado en algún tipo de cáncer
terminal, alguna leucemia, pero era poco probable que el niño padeciera esto, y
ningún médico estaría dispuesto a seguir con dicho plan, menos la madre, que debería
al tanto del estado de salud del pequeño. Tenía que ser algo rápido, un suceso
que de un momento a otro cambiara la vida de hermano menor, pero al mismo
tiempo algo tan dramático e impactante como para levantar simpatía. Pensaron en
un intento de suicido producido por el bulling que el niño sufría, pero el niño
no era víctima de bulling, antes bien era adorado por todos en el colegio; un incendio
tal vez podría dejarlo deforme y provocar lástima, sin embargo ponía en riesgo
la vida de todos y sería sumamente doloroso; o tal vez un accidente en coche
donde el chico terminara cuadripléjico o al menos sin poder caminar, pero un accidente en coche requería de mucha
organización, debía ser algo más simple, pero que lo dejara lo suficientemente
dañado.
Después de mucho pensar y discutir, de
debatir pros y contras, decidieron que un niño afectado de sus capacidades
motrices sería el mártir perfecto, un pequeño niño que no puede correr, ni
nadar, ni jugar fútbol despertaría mucha ternura. Así que el plan fue simple,
aventarlo de las escaleras centrales de la casa, si era necesario más de una
vez hasta que obtuvieran el resultado esperado, claro, sin pasarse de la mano
como para que el niño terminara muerto y con el todas las esperanzas de conocer
a sus ídolos.
Los dos chicos no supieron explicar cómo
habían obtenido las agallas para comenzar, ni dijeron quien fue el que lo
empujo de las escaleras la primera vez, pero si dijeron que después de la vez
primera el pequeño yacía tirado sollozando al pie de las escaleras. El hermano
mayor alertado por la hermana le dijo que lo recogiera y le subiera de nuevo
para volver a tirarlo por si no había quedado con suficiente daño, así lo hizo
y repitieron la operación. Después de la segunda caída, cuando vieron el
cuerpecito tirado en una posición incómoda hasta para un contorsionista, y que
de su sien brotaba un hilito de sangre, se les paso la excitación del momento.
Ella conmocionada salió gritando a la calle, arrepentida confesó ante los
vecinos atónitos que habían salido de sus casas para ver que ocurría y quienes
no comprendían que pasaba hasta que vieron salir de la casa al mayor de los
tres hermanos con el chiquillo en brazos.
La banda emitió un comunicado en el cual
se deslindaba los hechos, así mismo se mostraba muy triste e indignada y
lamentaba lo acontecido aquella tarde en una ciudad cuyo nombre jamás habían oído
en su vida. Ambos hermanos terminaron
recluidos en la correccional de menores, después del proceso se decidiría su
cambio a la penitenciaria regional. Su madre estuvo presente durante todo el
juicio, sólo hasta que éste término pareció esfumarse de la ciudad. La única
que visito a los chicos hasta el día que estos salieron libres fue Juanita,
para cuando esto sucedió la boyband se había separado hace mucho tiempo.