miércoles, 2 de septiembre de 2020

Reclamos intimos

En estos días sin verte no he hecho más que pensar en ti. Y no puedo evitar repudiarte, rechazar todo lo que tenga que ver contigo. Pero el problema es que no puedo dejar de pensarte. Y me da coraje pero son más fuertes las ganas de verte, de verme reflejado en esos ojos de color dispar, de ver esa sonrisa chiquita que me hace sentir tan grande. Me niego, o me quiero negar, a dejarte pasar así como si nada, a que llegues y rompas todos mis esquemas y prejucios, por el simple hecho de que son míos. No me resigno a la idea de caer, porque no te pareces ni un poco a los hombres que usualmente me gustan; y nuestras formas de vida, nuestros anhelos, nuestra ideología política, nuestra música, nuestros gustos en la cama... son diametralmente distitnos. No eres nada parecido al que soñé que sería mi pareja perfecta, y sin embargo los que han encajado en mis parámetros han sido una verdadera desgracia. No eres el chico tatuado ni rebelde, ni el gran intelectual con el que pueda disfrutar una copa de vino; pero eres el que me hace sonreír  y olvidarme de tantas cosas que me aprietan y que viven sólo en mi cerebro. Odio que me encantes, pero no puedo odiarte a ti, tal vez solo me odio un poco a mi mismo por creer tanta cosa romántica,  o tal vez odio a la realidad por se tan hijaeputa.... o simplemente no odio a nadie y es más la frustración que siento por sucumbir ante ti y no ante otro cualquiera que se parezca más a quien yo quiero querer, pero que me hará sufrir como otras veces. Me aterra la idea

jueves, 26 de febrero de 2015

No vuelven


Hay cosas que vuelven y cosas que nunca vuelven, aunque uno quiera, aunque uno las busque, simplemente no vuelven. Prestas un tupper con comida y vuelve, vacío, pero regresa. La escalera que te pidió el vecino te la devuelve, pero los libros nunca, o casi nunca, vuelven.
 
La novela que leías en el autobús camino a la escuela; la antología de poemas que te regalo tu novia antes de dejarte; la primera edición de un libro raro que encontraste en la librerías de segunda mano; el que rescataste después de que murió la abuela, antes de que se repartieran la herencia y sus pertenencias y dejaran la casa sola, con la paredes pelonas.
Vuelven los kilos perdidos, los amigos, los ex-amores, los recuerdos y los rencores; los muertos vivientes en las películas, la luz después de que se ha ido. Regresa la moda; las olas del mar, las estaciones del año en el mismo orden. Vuelve el gato luego de tres días desaparecido, con la oreja sangrando y el estómago vacío. Pero los libros no vuelven.
Pero los libros no regresan, aunque los pidas por favor, o amenaces en broma. Aunque vayas a casa de quien los prestaste y preguntes casualmente, o husmees por las habitaciones esperando encontrarlo. Aunque les mandes correos, o inbox, o whatsapp, que dejan en visto, preguntado sobre cuando te devolverán tus libros.
Regresan los grupos de música que se habían separado; regresan el pendejo de tu hermano y su novia después de la veintésima pelea; regresan los mismo políticos en cada elección buscando un puesto diferente; vuelve el perro moviendo la cola con la pelota que le lanzaste.
Y las personas a quien se los prestaste, se pelean contigo, pierdes su número de teléfono y no recuerdas donde viven o se cambian de casa y se llevan consigo la esperanza de que puedas volver a leer tu libro.  Te preguntas, si siempre fue así, si a platón le robaban sus pergaminos, si Shakespeare presto sus libros y no los devolvieron, si García Márquez o Cortázar sufrieron lo mismo.

Sin embargo tú tienes la culpa por prestarlo, o a veces ni siquiera es tuya, pues tu amigo lo toma por la mala y nunca lo devuelve, o lo ve en tu librero y le parece fácil llevárselo, después lo regresará.
Y aunque a veces los olvidas, de repente ves ese espacio vacío en el librero, o los necesitas y  te das cuenta, regresa a tu memoria que hace tiempo lo prestaste, lo que nunca regresará es el libro.

Y entonces piensas, que en algún lugar del planeta, tal vez en alguna otra dimensión, debe haber una biblioteca enorme, repleta de los libros perdidos, prestados, robados. Pero nadie puede entrar, nadie puede disfrutar porque no tiene llave, y te da poquita tristeza porque nadie los volverá a leer. Y piensas que en algún otro lugar del mundo alguien sufre porque también prestó sus libros y nunca volvieron.




miércoles, 14 de enero de 2015

Arte

Me voy a cortar el pito y los huevos, y los cocinaré para comerlos en el desayuno. Después voy a tomar hormonas y  seré una puta drogadicta y transexual. Documentaré el cambio y los acostones en vídeo, fotos y textos y lo mandaré como solicitud de beca al FONCA.






domingo, 4 de enero de 2015

Nota No. 83

Y de repente me oí, repitiéndolo a las 4:30 de la madrugada, "lo haré entrando el año", pero ya estamos a 3, y sin darme cuenta se me fue la vida pensando en el año que viene...

jueves, 10 de julio de 2014

El hallazgo

Lo encontraron completamente desnudo, pero él no sintió pena, ni pudor, más aun se sintió orgulloso de que volvieran a admirar su cuerpo. Nadie lo buscaba pero lo encontraron, después de muchos gritos mudos; después de la oscuridad: después de tanto tiempo. Estaba bajo el  suelo, con las esperanzas enterradas, con la tierra pegada a la piel, metida en los ojos y hasta en sus sueños. Había pasado mucho tiempo, horas, días, tal vez años. Hacía tanto que vio por última vez  el esplendor de la ciudad.  Sin embargo, no había pasado el tiempo suficiente como para consumirlo, como para carcomerle la piel, como para desvanecer sus músculos. Aun lucía joven y bello, perfectamente reconocible. Al principio solo vieron su testa, sus cabellos ondulados y bien peinados, su hermosa frente sin arruga alguna. Poco a poco desenterraron su cara de facciones finas, su cuello, sus hombros, el pecho de piedra, el abdomen de mármol y las piernas que como pilares sostenían el resto de su cuerpo adolescente. Nunca encontraron sus brazos, estaba desmembrado. No saben si los arrancaron para torturarlo o en signo de venganza, sólo aquello le faltaba, además de tener la pierna derecha rota y los dos pies casi zafados a la altura de los tobillos. Pero aun así era perfecto, una hermosa pieza digna de museo.




 

 

miércoles, 4 de junio de 2014

Aquella noche de verano

Era tan dulce, que si cuando hacíamos el amor dejábamos la ropa regada por el suelo, los asqueles inmediatamente atacaban. No se si era el olor de su sudor que era delicado; o el hecho de que su piel fuera tan blanca que parecía terrón de azúcar. Recuerdo su cuerpo desnudo entre las sábanas: su cuerpo de adolescente, su ombligo (pozo caliente); sus vellos púbicos negros, que contrastaban hermosamente contra su piel, y en los cuales me gustaba enredar mis dedos. Las piernas largas que yo recorría dando besos hasta sus pies de feos dedos. Pero en aquel entonces yo lo amaba, y creía que tanta dulzura atraía a los asqueles que invadían su ropa; cuando él se vestía en medio de la oscuridad le llenaban de picaduras todo el cuerpo, provocando erupciones enrojecidas en toda su blancura, las cuales yo curaba con besos y bálsamos.





martes, 27 de mayo de 2014

Cosas viejas, cosas nuevas.

No eres el primero con el que paso por esto:
el amor, el deseo, la ilusión;
el desamor, el desencuentro, la decepción.

Lo sé porque ya lo pasé con otros antes que tú,
y si me esfuerzo, puede que lo vuelva a vivir de nuevo en el futuro.

Aunque siendo sincero, debo admitir
que eres el único que ha demostrado que todo mi cuerpo esta lleno de terminaciones nerviosas interconectadas y que desde el dedo meñique de mi pie, puede surgir y recorrerme una descarga eléctrica.