miércoles, 2 de septiembre de 2020

Reclamos intimos

En estos días sin verte no he hecho más que pensar en ti. Y no puedo evitar repudiarte, rechazar todo lo que tenga que ver contigo. Pero el problema es que no puedo dejar de pensarte. Y me da coraje pero son más fuertes las ganas de verte, de verme reflejado en esos ojos de color dispar, de ver esa sonrisa chiquita que me hace sentir tan grande. Me niego, o me quiero negar, a dejarte pasar así como si nada, a que llegues y rompas todos mis esquemas y prejucios, por el simple hecho de que son míos. No me resigno a la idea de caer, porque no te pareces ni un poco a los hombres que usualmente me gustan; y nuestras formas de vida, nuestros anhelos, nuestra ideología política, nuestra música, nuestros gustos en la cama... son diametralmente distitnos. No eres nada parecido al que soñé que sería mi pareja perfecta, y sin embargo los que han encajado en mis parámetros han sido una verdadera desgracia. No eres el chico tatuado ni rebelde, ni el gran intelectual con el que pueda disfrutar una copa de vino; pero eres el que me hace sonreír  y olvidarme de tantas cosas que me aprietan y que viven sólo en mi cerebro. Odio que me encantes, pero no puedo odiarte a ti, tal vez solo me odio un poco a mi mismo por creer tanta cosa romántica,  o tal vez odio a la realidad por se tan hijaeputa.... o simplemente no odio a nadie y es más la frustración que siento por sucumbir ante ti y no ante otro cualquiera que se parezca más a quien yo quiero querer, pero que me hará sufrir como otras veces. Me aterra la idea