Hay cosas que vuelven y cosas que nunca vuelven, aunque uno quiera, aunque uno las busque, simplemente no vuelven. Prestas un tupper con comida y vuelve, vacío, pero regresa. La escalera que te pidió el vecino te la devuelve, pero los libros nunca, o casi nunca, vuelven.
La novela que leías en el autobús
camino a la escuela; la antología de poemas que te regalo tu novia antes de
dejarte; la primera edición de un libro raro que encontraste en la librerías de
segunda mano; el que rescataste después de que murió la abuela, antes de que se
repartieran la herencia y sus pertenencias y dejaran la casa sola, con la paredes pelonas.
Vuelven los kilos perdidos, los amigos,
los ex-amores, los recuerdos y los rencores; los muertos vivientes en las
películas, la luz después de que se ha ido. Regresa la moda; las olas del mar,
las estaciones del año en el mismo orden. Vuelve el gato luego de tres días desaparecido, con la oreja sangrando y el estómago vacío. Pero los libros no vuelven.
Pero los libros no regresan,
aunque los pidas por favor, o amenaces en broma. Aunque vayas a casa de quien
los prestaste y preguntes casualmente, o husmees por las habitaciones esperando
encontrarlo. Aunque les mandes correos, o inbox, o whatsapp, que dejan en
visto, preguntado sobre cuando te devolverán tus libros.
Regresan los grupos de música que
se habían separado; regresan el pendejo de tu hermano y su novia después de la veintésima
pelea; regresan los mismo políticos en cada elección buscando un puesto diferente;
vuelve el perro moviendo la cola con la pelota que le lanzaste.
Y las personas a quien se los
prestaste, se pelean contigo, pierdes su número de teléfono y no recuerdas
donde viven o se cambian de casa y se llevan consigo la esperanza de que puedas
volver a leer tu libro. Te preguntas, si siempre fue así,
si a platón le robaban sus pergaminos, si Shakespeare presto sus libros y no
los devolvieron, si García Márquez o Cortázar sufrieron lo mismo. Sin embargo tú tienes la culpa por prestarlo, o a veces ni siquiera es tuya, pues tu amigo lo toma por la mala y nunca lo devuelve, o lo ve en tu librero y le parece fácil llevárselo, después lo regresará.
Y aunque a veces los olvidas, de repente ves ese espacio vacío en el librero, o los necesitas y te das cuenta, regresa a tu memoria que hace tiempo lo prestaste, lo que nunca regresará es el libro.
Y entonces piensas, que en algún lugar del planeta, tal vez en alguna otra dimensión, debe haber una biblioteca enorme, repleta de los libros perdidos, prestados, robados. Pero nadie puede entrar, nadie puede disfrutar porque no tiene llave, y te da poquita tristeza porque nadie los volverá a leer. Y piensas que en algún otro lugar del mundo alguien sufre porque también prestó sus libros y nunca volvieron.